Un año y un día después de retomar el primer puesto ejecutivo de Google, Larry Page (39) ha publicado una carta abierta en la que confirma y ratifica su visión mesiánica del mundo, que comparte con el otro fundador, Sergei Brin (38). En su manifiesto, Page hace esta inusual declaración: “siempre hemos pensado que Google es una compañía que merece un gran amor”. El texto merece ser leído con atención, porque expone y defiende la estrategia de la compañía, a casi ocho años de su salida a bolsa y cuando se espera que lo haga Facebook, el rival que le quita protagonismo y tal vez una ración de ingresos potenciales.
Page reconoce que su reclamo amoroso es ambicioso, y que a la mayoría de las compañías les trae sin cuidado ser amadas o no. Al margen de su literalidad, es un recurso dialéctico para apuntalar su última iniciativa, Google+, que añade una “capa social” al buscador para, en la práctica, unificar en una plataforma común todos los servicios de Google, cruzando los datos de todos los usuarios para mejor segmentar la publicidad. El bueno de Larry siente que, una vez más, no ha sido entendido: “en 2004, cuando lanzamos Gmail, se dijo que el correo web no era más que un juguete” [hoy tiene 350 millones de usuarios]; “la compra de YouTube, en 2006, fue acogida con escepticismo” [recibe actualmente 800 millones de visitas mensuales].
Como poco, hay un cambio de talante, si se compara a Page con la arrogancia expeditiva de Eric Schmidt, antes tutor empresarial de los fundadores y ahora chairman ´ejecutivo´. El caso es que Page parece ir descubriendo que el tamaño puede ser un obstáculo para el amor.
Aquellos que han leído la biografía de Steve Jobs, cuentan que este dio a Page un consejo: evita extender demasiado los dominios de actividad de Google, o esta se parecerá a Microsoft. Sin desmentir la anécdota, Page precisa que fue Jobs quien le llamó, y no al revés. Poco importa, al fin y al cabo: dedica un párrafo a explicar que “desde que soy nuevamente CEO [ya lo fue en los años fundacionales] he puesto en marcha una limpieza. Google tiene a su alcance tantas oportunidades, que si no tomáramos medidas drásticas, acabaríamos perdiendo el impacto que queremos. Por esto hemos cerrado o consolidado 30 productos, y refrescado visualmente otros, como el buscador”.
El éxito de Google proviene de una sola fuente, los anuncios contextuales, y su posición hegemónica no gusta a todo el mundo. La privacidad de los datos de los usuarios es el reproche más serio que se hace a la iniciativa Google+, que integra decenas de servicios de Google antes compartimentados: lo cierto es que ha reclutado 160 millones de usuarios en pocos meses, y Larry Page afirma: “comprender la identidad y las relaciones entre la gente nos ayuda a mejorar las búsquedas [pero] las consideraciones sobre privacidad son una limitación real a la información que podemos compartir entre plataformas”.
En sus primeros años, Google tenía una misión muy fácil de explicar: era una escala en el tránsito de los usuarios hacia otros sitios en la Web. Ya no es así, porque las necesidades del negocio publicitario dictan que los usuarios han de pasar más tiempo “dentro” de Google, para que esta explore otras maneras de convertir el tráfico en dinero. La cuota porcentual de Google en las búsquedas debería mantenerse estable: según los analistas de mercado, se lleva el 73% de los presupuestos de las empresas que se anuncian en buscadores, por lo que podría a) subir la tarifa, y/o b) mejorar la segmentación de los resultados para que la publicidad sea más eficaz.
Hal Varian, catedrático y economista jefe de la compañía, ha explicado la ecuación: Google provee un servicio que los usuarios consideran útil, que les ayuda a encontrar información sin pagar por ella, y a cambio permite a los anunciantes promover sus productos de la manera más atinada y menos intrusiva. A pesar de su dominio aplastante del mercado, las acusaciones de monopolio carecen de fundamento, porque el precio de los anuncios se fija por subasta.
Elevar la eficiencia de su negocio principal (casi el único), es el objetivo de la integración de servicios, que ha llevado a “simplificar” en marzo la política de aprovechamiento de los datos personales de los usuarios. Los cambios – escribe Page – “nos permitirán crear una experiencia de usuario mejor y más intuitiva”. En su filosofía, “[esta política] es esencial para cambiar el mundo a través de la innovación”
Ahí está una de las varias controversias que rodean a Google. Autores que en sus primeros años le hacían la ola, se alarman ahora por la posibilidad de un dossier en el que la compañía acumule información sobre sus actividades, movimientos, preferencias, opiniones, etcétera. Por esa y por otras razones, ciertas prácticas empresariales de Google están bajo la lupa de las autoridades de medio mundo. En el caso de la Comisión Europea, los funcionarios que dependen del comisario Joaquín Almunia tienen casi a punto sus recomendaciones sobre dos asuntos delicados, que eventualmente podrían desembocar en un serio conflicto transatlántico sobre derecho de competencia. Y Google no puede estar segura de contar con el apoyo de Washington, porque allí también le buscan las cosquillas, con los mismos y otros argumentos.
[versión ampliada de lo publicado en La Vanguardia el 15/04]